Psicología de lo transpersonal… la cuarta fuerza. (II Parte)

La psicología transpersonal (o Cuarta Fuerza) es el nombre dado a una fuerza emergente en el campo de la psicología por un grupo de psicólogos y profesionales de otros campos que están interesados en las capacidades y potencialidades humanas últimas, que no tienen un lugar sistemático en la Primera Fuerza (la teoría positivista o conductista), la Segunda Fuerza (el psicoanálisis clásico), o la Tercera Fuerza (la psicología humanista).

El padre de la psicología humanista, y que también lo fue de la transpersonal, fue Abraham Maslow (1908 -1970), junto con Anthony Sutich (1907 – 1976). Maslow, se centró en el estudio de las personas excepcionales; aquellas que han desarrollado todas sus capacidades. La emergente “Cuarta Fuerza”, hoy en día, se centra en el estudio científico y la implementación responsable de las metanecesidades. Los valores últimos, la consciencia de unidad, las experiencias cumbre, las necesidades – B, el éxtasis, y las experiencias místicas, (Sutich, 1976).

Maslow (1982) abordó, en un principio, la psicología humanista como complementaria de la psicoanalítica de la que se consideraba deudor. Lo que caracteriza a esta corriente humanista, predecesora de la transpersonal, es que no se estanca en la constitución del sujeto (el “Yo” desde la teoría psicoanalítica), sino que va dirigida hacia la trascendencia; dimensión que hasta el momento estaba ausente en la psicología académica.

Para Maslow, las necesidades no finalizaban con la constitución de la personalidad, tal como propone el psicoanálisis, creando una familia y amoldándose en la sociedad. Sino que una vez que las necesidades básicas están satisfechas, surgen unas nuevas, estableciéndose una jerarquía en forma piramidal. Donde el pico de la pirámide, está constituida por las necesidades o valores B que nunca se satisfacen, sino que siempre se intentan potenciar (experiencias cumbre positivas muy intensas o de meseta con cambios de paradigma).

Imágen rescatada de www.instituto-pnl.com, web de Inma Capó.

La psicología humanista se centra en el lenguaje (línea hermenéutica), el proceso de valoración, las emociones y los caminos por los cuales el ser humano dota de sentido y plenitud a su vida. Para ello, en vez de fijarse en las personas enfermas, como hizo el psicoanálisis, se va a fijar en las personas excepcionales, cuyas vidas no pueden entenderse como carentes de enfermedades, sino que estudiándolas pueden aportar información para que las demás personas también disfruten de la salud en su sentido más global.

No obstante, la postura transpersonal no excluye a los otros paradigmas psicológicos, sino que los incluye dentro del propio modelo teórico, ya que lo transpersonal no es tratado por ningún otro paradigma, y, por tanto, los complementa. Como hemos comentado… lo transpersonal se encuentra fuera del estudio del conductismo, cognitivismo y el psicoanálisis. Estos paradigmas consideran que el desarrollo psicológico culmina con la constitución del sujeto. Sin embargo, la psicología transpersonal postula que tras la constitución del sujeto surge una nueva fase de desarrollo, denominada “lo transpersonal” que coincide con lo espiritual o esas necesidades o valores B.

Y en este caso, respecto a lo espiritual vemos como la cuarta fuerza entronca con las teorías junguianas, que apuestan por la integración de ciencia y espiritualidad; en respuesta a la analogía existente con la psique humana. Y esto se ve en la primera etapa del círculo Eranos donde se trabaja con hermenéutica simbólica desarrollando la polaridad de los opuestos, vinculado a los conocimientos y experiencias de ámbitos tan diversos como la filosofía, la historia de las religiones, la psicología, la antropología, la mitología, la teología y la ciencia.

Según Jung (2016), de la misma manera que hay que integrar las diferentes formas de conocer, también hay que integrar las diferentes vías de conocimiento como único camino para la autorrealización como personas. La muerte del ego refleja el anhelo de inmortalidad, de auto abandono en una instancia superior que obedece a la integración de todos los elementos de la propia psique. Cuando culmina el proceso de individuación el “self” coincide con lo absoluto. Idea muy recurrente en las filosofías orientales.

En este sentido, es destacable el interés hacia las filosofías orientales mostrado a principios del siglo XX por muchos de los descubridores de la física cuántica, incluyendo a Niels Bohr, Werner Heisenberg, Erwin Schrodinger y Wolfgang Pauli. Se hace notar, la estrecha colaboración que Pauli mantuvo con Jung durante más de dos décadas, siendo el propio Pauli quien animo a Jung a publicar sus descubrimientos sobre la sincronicidad, mostrándole que esta idea era completamente compatible con los descubrimientos de la nueva física que estaba dando sus primeros pasos en aquella época (Bohr, 1964; Heisenberg; Meier, 1996; Pauli, 1994; Schrodinger, 1985; Wilber, 1987).

A parte de Maslow, Sutich, Fadiman, Frankl, Murphy, Vich, Grof, que junto con los hermanos Huxley, son los creadores de la ATP (Association for transpersonal psychology) en el Instituto Esalen. En la corriente de pensamiento de la cuarta fuerza, los autores más representativos a nivel teórico son Ken Wilber (1949 -) y Michael Washburn (1943 -). Ken Wilber propone un modelo estructural-jerárquico dentro de lo que él llama “psicología integral” más que “transpersonal” y Michael Washburn propone un modelo dinámico-dialéctico.

Washburn (1999) concibe la psique de manera bipolar: polo egoico y el polo no egoico. El polo egoico corresponde a las funciones egoicas de controlador de la conciencia, autoconciencia reflexiva, control de los impulsos, voluntad, cognición operacional, y experiencia personal. El polo no egoico corresponde al Fundamento Dinámico que está relacionado con el inconsciente personal y colectivo junguiano.

Según Washburn, el ego posee dos modalidades: activa y receptiva. En la etapa adulta puede adoptar una de las dos modalidades. Si opta por la activa, el ego se autoafirma como existente individual; pero si opta por una modalidad receptiva, el ego es concebido como parte de una totalidad que lo trasciende.

Por otro lado, Wilber (1999), propone un modelo multidisciplinar de índole hermenéutico, según él: “Para comprender la totalidad es necesario comprender las partes y para comprender las partes es necesario comprender la totalidad.” De ahí la necesidad de recurrir a las demás disciplinas, pues su último objetivo es la integración de todo el saber humano. De ahí que Wilber sea experto en filosofía, religiones comparadas y psicología con sendos doctorados en bioquímica y biofísica.

En este caso, Wilber crea tres estadios o instancias parecidas a la primera tópica freudiana. Lo prepersonal, personal y transpersonal, que a lo largo de estos años se ha convertido en el gran paradigma de la psicología transpersonal. La inclusión de un tercer estado evita caer en lo que Wilber denomina la falacia pre-trans, que consiste en la confusión entre los estados prepersonales y los transpersonales.

Pero obviando aparte la teoría, para no extendernos en demasía, ya que la dejo a la inquietud investigadora de mis lectores, como siempre con la inclusión referencial de bibliografía. Si alguien ha investigado profundamente a nivel científico la corriente transpersonal y ha enlazado el tronco teórico de esta corriente psicológica con otras ciencias afines dentro de un laboratorio ha sido uno de sus fundadores; el psiquiatra Stanislaw Grof (1931 -), padre de la terapia “psiquedélica”. Grof trabajo en los estados modificados de consciencia considerando que cuerpo y mente funcionan como un sistema auto organizador, o como él llama “holotrópico”. (Grof, 2012)

Grof (doctorado en medicina, psiquiatra y psicoanalista freudiano) es conocido en particular por sus estudios pioneros, en los alcaloides triptaminicos, como la psilocibina (4-PO-DMT), procedente de algunos hongos y setas. Y de la mescalina (2-ethanamina), principio activo del cactus peyote, como potenciadores de la memoria atencional a corto plazo y la disminución del estrés y la ansiedad en monos. Ya que estas sustancias se acoplan bastante bien con el 5HT2A, receptor serotoninérgico, excitatorio de proteínas G e inhibidor de dopamina en los núcleos de rafe y núcleo estriado.

Pero lo que llevó a Grof a la fama, fue la aplicación del LSD (dietilamida de ácido lisérgico), en humanos, por sus efectos terapéuticos diversos, ya que no causa adicción, aunque si genera serias alucinaciones y disociaciones en la psique. Hoy en día, se considera un enteógeno igual que la mescalina, y la psilocibina. El LSD se obtiene de forma sintética de la ergolina, alcaloide procedente del cornezuelo de centeno, que se acopla bastante bien con el receptor serotoninérgico 5HT1A, excitatorio de proteínas G y excitatorio también dopaminérgico en los núcleos de rafe y núcleo estriado, (al contrario que su hermano 5HT2A como comentábamos antes con la psilocibina y la mescalina, que es inhibitorio en dopamina).

El proceso de fabricación del LSD empezó en 1943, gracias a su descubrimiento por el químico Albert Hoffman (1906 – 2008). Y posteriormente fue distribuido y patentado como fármaco en 1947 por Sandoz como (Delysid), utilizándose en un principio para el tratamiento de la adicción al alcohol. Y que posteriormente seria ilegalizado y dejado de distribuir por Sandoz en 1966, dada su controversia respecto a los efectos en humanos. Aunque al ser una sustancia de amplio consumo social en aquellos tiempos, acabaría siendo icono, impulsando la revolución cultural psiquédelica de los sesenta y el movimiento “hippie”.

Grof, basándose en sus observaciones al investigar el LSD y repasando las teorías del trauma de nacimiento prenatal, desarrolladas en 1924 por Otto Rank (1884 – 1939), discípulo de Freud. Construyó un marco de referencia teórico para la psicología pre y perinatal, y también para la psicología transpersonal en la cual los viajes de LSD y otras experiencias emocionalmente poderosas eran “mapeadas” sobre las experiencias fetales y neonatales del sujeto, estructurándose como viajes regresivos de conciencia. Grof comprobó en la práctica que el LSD podía resultar también muy útil en enfermos terminales de cáncer, o en pacientes con Parkinson.

Tras la invasión rusa de 1968 en la antigua Checoslovaquia, Grof se traslada a EEUU, pasando a ser jefe de investigación psiquiátrica en la Universidad de Maryland, olvidándose ya del LSD. Posteriormente a la ilegalización del LSD, Grof trabajó en todos los descubrimientos obtenidos y creo un sistema de respiración que él llamó (holotrópico) y que sustituiría a las experiencias psiquedélicas, creando cartografías del inconsciente sobre todo perinatales: primera fase de vida intrauterina, segunda fase del parto biológico (contracciones oposición cuerpo del bebe y de la madre), tercera fase, canal del parto y cuarta fase expulsión y corte de cordón umbilical.

Grof distingue tres grandes estructuras arquetípicas de experiencias propias del inconsciente transpersonal, (Grof, 1988):

  • Una primera categoría (coincidente con las cartografías perinatales), estaría compuesta por todas las vivencias holotrópicas que se extiendan más allá de las fronteras del tiempo o del espacio cotidianos: identificación con otras personas o grupos, conciencia animal o vegetal; identificación con materia o procesos inorgánicos; vivencias ancestrales (bien filogenéticas, bien de supuestas vidas pasadas); vivencia del micro mundo ya sea celular, atómico o incluso subatómico, etc. Sin olvidar que, además, en el seno mismo de todas estas experiencias puede aguardar la clave final que explique y configure tanto la forma concreta del parto como el contenido particular de las cuatro cartografías perinatales y, en consecuencia, del inconsciente biográfico, al que puede acceder el sujeto a través de terapia regresiva holotrópica.
  • La segunda estructura transpersonal cartografiada por Grof es aún más sorprendente que la anterior ya que incluye encuentros completamente vívidos (que se experimentan como plenamente reales) con seres arquetípicos, deidades, demonios, visitas a parajes fantásticos… así como la comprensión intuitiva e inmediata de símbolos espirituales de cualquier tipo de religión, independientemente de la cultura y los orígenes del sujeto. Como la cruz, el ankh, el anthakarana, el yin/yang, el ohm, el pentáculo, la estrella de David, etc. E incluso la identificación con la conciencia cósmica o con alguno de sus “avatares”: Cristo, Buda, Shiva…
  • La tercera estructura es un conjunto de fenómenos que Grof, siguiendo a Hans Driesch (1867 -1941) fundador del vitalismo, ha llamado “experiencias psicoides”. Entre ellas se encuentran fenómenos espiritistas, psicokínesis ya sea espontánea o intencionada, hazañas físicas o curaciones extraordinarias, en tiempos de guerra o catástrofes. En esta última instancia, justo al final del viaje, es cuando puede entenderse lo que Maslow llamó las “experiencia cumbre”, que se experimentan como una unión total con todo lo existente. Grof denomina a esta vivencia como de “identificación con el vacío metacósmico”, incluyendo posibles fenómenos de metempsícosis, ECM,s y narraciones biográficas de vidas pasadas por parte de los sujetos de estudio.

Así cuando somos pequeños, el primer límite que trazamos es el de nuestro cuerpo. Todo lo que queda fuera está considerado como no-yo. A medida que vamos creciendo nos vamos identificando con nuestro aspecto mental más que con el cuerpo, creando una disociación entre la mente y el cuerpo como lo explícita filosóficamente Descartes en su “cógito” explicado en el post anterior.

Es entonces en la adolescencia, cuando el cuerpo pasa a ser una posesión más, una máquina a las órdenes del espíritu o mente. Entonces la identificación es solamente mental y está ligada a un nombre propio que nunca cambia. Pero, por el contrario, nosotros siempre estamos cambiando, en función del estado de ánimo, de la edad, de las experiencias vividas, etc. En definitiva, somos variables a lo largo de la vida, en función de muchos factores internos y externos, que inciden en nosotros incluso antes de nuestro nacimiento.

Muchas terapias animan a aceptar el cambio como alentaba Nietzsche con su “eterno retorno” y, por tanto, estar abiertos a una muerte simbólica, que significa deshacerse continuamente de las máscaras y sombras junguianas, que albergamos en nuestro interior; que nos limitan y nos reducen a efímeras ideas. Y es entonces cuando surge en esos momentos la ruptura del ego y es en esos momentos cuando se reflexiona sobre el sentido de la vida, sobre el lugar que ocupa una persona en el mundo. ¿A dónde vamos?, ¿de dónde venimos? ¿realmente que somos?

De esta manera, la psicología transpersonal estudia los estados superiores de conciencia donde el sujeto es objeto de disolución, y por otro lado es esa “disolución” el lugar de la intuición, la creatividad, y la imaginación que se manifiestan en su máximo esplendor, a lo largo de toda una vida, incluso en el vientre materno y a veces en “otras” vidas. Sin embargo, la disolución del “Yo” previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos, de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996; Fericgla, 2006).

Desde la etnopsicología, disciplina muy cercana a la psicología transpersonal, el antropólogo, psicólogo y psicoterapeuta catalán Josep Mª Fericgla, precursor de “la respiración holorènica” variante de la holotrópica de Grof. Lleva décadas investigando con estudios de campo, otro enteógeno como la ayahuasca en una de sus variantes más conocidas. En este caso de la sustancia extraída de la cocción de una liana amazónica, “Psychotria viridis” que contiene un alcaloide inhibidor de la monoamino oxidasa (IMAO) y que contiene N-DMT (dimetiltriptamina) consumida normalmente por las tribus “shuar” de la amazonia ecuatoriana. (Fericgla, 1997).

El gobierno de EEUU declaró ilegales el LSD, la psilocibina y la mescalina finalmente en 1970 y gradualmente cerró la investigación sobre psicodélicos. No obstante, el Dr. William Richards (1980), que estudió, entre otros, con Maslow y con el psiquiatra alemán Hanscarl Leuner (1919 – 1996). Y que trabajo junto con Stanislaw Grof y el psiquiatra Walter Pahnke (1931 – 1971), este último, conocido por su famoso “experimento del Viernes Santo” en Boston. Regresó al campo de los “psiquédelicos” en Spring Grove, estudiando las patologías vinculadas al cáncer y comenzó una larga colaboración, que sigue durando a día de hoy, con el Dr. Roland Griffiths (2006), catedrático de etología y profesor de psiquiatría en el Hopkins que dirige su centro de investigación de alucinógenos y conciencia desde 1999.

El primer estudio fundamental de Griffiths y Richards, publicado en 2006, encontró que la psilocibina puede ocasionar experiencias de tipo místico que tienen un significado personal y espiritual sustancial y sostenido. Ver: estudio. A este estudio preliminar se le han sumado varios más a lo largo de esta última década, confirmando las mismas hipótesis, (Griffiths et al; 2008).

La “Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos” (MAPS) en San José (California), la asociación “Compass Pathways” con sus estudios clínicos en Bristol, UK. y el “Instituto Usona” de Wisconsin, están realizando investigaciones, hoy en día, destinadas a obtener la aprobación de la FDA para los medicamentos psicodélicos. En 2018 se han conseguido que la FDA (Food and Drug Administration) de EEUU utilice la psilocibina para la detección e implementación en sujetos con depresión refractaria, que no han respondido al litio o a antipsicóticos atípicos de amplio espectro.

En el próximo post: Espiritualidad vs Religión en la cuarta fuerza… que será la tercera parte y cerraremos con una cuarta parte hablando de ciencia vinculada a este monográfico sobre la psicologia transpersonal.

Bibliografía:

Bohr, N (1964). “Física atómica y conocimiento humano”. Madrid: Ed Aguilar.

Fericgla, J Mª (1997). “Al trasluz de la Ayahuasca. Cognición, orinomancia y consciencias alternativas”. Barcelona: Ed. La Liebre de Marzo.

Fericgla, J Mª (2006) “Los chamanismos a revisión”. Barcelona: Ed. Kairós.

Griffiths, R.R., Richards, W.A., McCann, U., Jesse, R (2006). “Psilocybin can occasion mystical-type experiences having substantial and sustained personal meaning and spiritual significance”. Ed. Journal of Psychopharmacology 2006;187, 268–283.

Griffiths, R.R. et. al. (2008): “Mystical-type experiences occasioned by psilocybin mediate the attribution of personal meaning and spiritual significance 14 months later”, Journal of Psychopharmacology, 2008;22(6):621-632.

Grof, S (1988). “Psicología Transpersonal: nacimiento, muerte y trascendencia en psicoterapia”. Barcelona: Ed Kairós.

Grof, S (1994). “La mente holotrópica: los niveles de la consciencia humana”. Barcelona: Ed Kairós.

Grof, S (2012) “Healing Our Deepest Wounds: The Holotropic Paradigm Shift” UK (2012) Ed. Stream of Experience Productions

Heisenberg, W (1959) “Física y filosofía”. Buenos Aires: Ed. La Isla.

Jung, C.G. (2016) “Escritos sobre espiritualidad y trascendencia” Ed. Trotta, Madrid 2016.

Maslow, A (1982). “La amplitud potencial de la naturaleza humana”. México: Ed. Trillas.

Meier, Carl A. (1996). “Wolfgang Pauli y Carl G. Jung: un intercambio epistolar”, 1932-1958. Madrid: Ed. Alianza

Pauli, W (1994). “Writings on physics and philosophy”. Berlin. Ed. Springer-Verlag.

Richards W. (1980) “Psychedelic drug-assisted psychotherapy with persons suffering from terminal cancer”. J Altered States Conscious 1980; 5: 309-19.

Schrodinger, E (1985) “Mente y materia”. Barcelona: Ed. Tusquets

Sutich, A. (1976). “The emergence of the transpersonal orientation: a personal account”. Ed. Journal of Transpersonal Psychology 1976, 8 (1), 5-19.

Washburn, M (1999) “Psicología transpersonal en una perspectiva psicodinámica”. Ed. Los Libros de la Liebre de Marzo, Barcelona, 1999.

Wilber, K (1987) “Cuestiones cuánticas: escritos místicos de los físicos más famosos del mundo”. Barcelona: Ed. Kairós.

Wilber, K (1996). “El proyecto Atman”. Barcelona: Ed Kairós.

Wilber, K. (1999) “Psicología integral”. Barcelona: Ed. Kairós.

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