Memorias del clan familiar.

En post pasados, hemos hablado de la memoria. En este caso volvemos a hablar del tema, pero desde un punto de vista mucho más controvertido. Hoy trataremos lo que se puede denominar “memorias de clan”. Y voy a intentar enfocar este tema de la forma más científica posible. La investigadora israelí Zahava Solomon es una de las personas que más ha trabajado sobre la transmisión generacional del trauma en la Universidad de Tel Aviv y la neurobióloga Rachael Yehuda es una de las principales investigadoras sobre los efectos neurales del trauma generacional y psicosocial, sobre todo en las personas descendientes de las víctimas del holocausto nazi, siendo la jefa de psiquiatría y neuropsicología del hospital Monte Sinaí en Nueva York.

Yehuda (2015) ha demostrado que hay claros cambios en los niveles de cortisol y otros marcadores fisiológicos de la ansiedad en este tipo de sujetos. No obstante este fenotipo, también se puede dar en niños traumatizados o abusados, Lo que está claro, es que se ha podido comprobar en numerosos estudios, tanto del holocausto nazi, como en estudios a familiares de soldados de la primera guerra mundial, aniquilados con gas mostaza; que el sufrimiento traumático de los padres se puede transmitir hasta en cuatro generaciones. Incluso hay algunas tribus nativas norteamericanas (los navajos) que afirman que no son cinco generaciones sino siete, lo mismo que en el modelo animal. En referencia a los estudios realizados vinculados a las masacres y a las marchas forzosas de exilio, reubicación territorial y asimilación cultural que sufrieron estas tribus en las guerras indias norteamericanas a finales del siglo XIX.

Volviendo al post anterior https://memoriaytrauma.com/memorias-traumaticas/ en el que hablábamos de la memoria implícita a largo plazo, y de los recuerdos procedimentales. Se puede considerar que son estos últimos los que con el fin de cumplir una función evolutiva y de garantizar la supervivencia de la especie en situaciones críticas; jueguen un papel muy directo en las llamadas memorias del clan o memorias vinculadas al inconsciente colectivo, término conceptualizado por Carl Jung en los primeros años del siglo XX. Realmente la transmisión generacional del trauma no deja de ser un daño colateral o un “inconveniente necesario” de la capacidad que tiene el ser humano de transmitir y recibir información vital de sus congéneres para garantizar la supervivencia de la especie.

La homeopatía considerada para muchos como una pseudociencia, ve en el concepto de “miasma” un término que hace referencia a cierto efluvio de “carga contagiosa” que tiene vida propia e independiente y que para su tratamiento, se ha de influir en el campo mental de energía/información del paciente. Se considera que éstas “miasmas” se extienden a través de generaciones. El biólogo evolutivo Rupert Sheldrake llevó a cabo ya hace años, un amplio conjunto de experimentos bastante provocadores, sugiriendo similares efectos de campo generacional a través de lo que él denomina “campo de resonancia mórfica”. Por cierto estos experimentos a día de hoy por mucho que se ha intentado demonizar a Sheldrake, no han podido ser todavía ni refutados ni invalidados, aunque rompan ciertos paradigmas clásicos.

Piera Aulagnier gran psiquiatra y psicoanalista hablaba del contrato narcisista de familia, como una forma de transmisión del bagaje y la historia familiar. En este contrato el nuevo integrante de la familia accede inconscientemente a formar parte de la misma y tendrá el fin de hacer que prevalezca este grupo de clan a través del tiempo. Muchas veces sin saber cuál es la herencia a la que se le hace acreedor, entre secretos y confesiones que no le pertenecen individualmente pero que aun así, a nivel familiar y de forma inconsciente acepta por el bien del conjunto; del cual ahora también forma parte. Seguramente este nuevo integrante de la familia reitere la historia de sus antecesores, y quizás la historia pase inadvertida en sus hijos como segunda generación y brote en una tercera como síntomas inexplicables y así sucesivamente. Esto es lo que en la actualidad se estudia en la llamada corriente psicológica y médica de la clínica somática cuyo principal precursor es el doctor Solomon Sellam.

El trauma psicológico se tiene que digerir y procesar y la experiencia me indica que todo trauma interpersonal conlleva a su vez un trauma transgeneracional. Es decir, padres, abuelos que han infringido daño a sus predecesores, ya sea malos tratos, abusos, negligencia, abandono, etc. es debido a que ellos mismo arrastran un pasado traumático. Y lo mismo podemos decir de sus ancestros, en la mayoría de las veces. El ser humano va delegando, proyectando y legando en sus descendientes, las experiencias y el bagaje de su aprendizaje, tanto positivo como negativo y esto último es importante recalcarlo. Ya que la función del ser humano es dejar a su legado las herramientas necesarias y sabiduría tanto para crecer y desarrollarse (experiencias positivas) como para defenderse y sobrevivir (experiencias negativas).

Todos nuestros sistemas, ya sea el biológico, el familiar, el cultural o el social, son inteligentes. Antiguamente las memorias de clan eran beneficiosas ya que el ser humano solía vivir en los mismos entornos que sus predecesores. Pero hoy en día y sobre todo después de la revolución industrial, en la cultura occidental, el entorno es cambiante a un ritmo muy rápido y los programas de memoria tribal que nos servían en circunstancias anteriores, en el contexto actual son un lastre y nos obligan a revisar y chequear nuestros aprendizajes más que nunca. Para poder seguir adaptándonos al entorno y a las exigencias de un ambiente en continua modificación.

La familia no solo es un grupo al que pertenecen individuos de forma consanguínea. Es también un grupo que ha renunciado parcialmente a regir sus comportamientos y pensamientos según una dinámica psíquica propia. A favor de ligar sus intereses materiales y psíquicos al grupo familiar en su conjunto y en aras a un bien común de supervivencia. Por tanto existen unos valores y reglas implícitas que conforman una familia y la hacen diferente de cualquier otra. Esta identidad familiar constituida es la que será transmitida tanto por vía epigenética, como por vía experiencial a los sucesivos descendientes de la misma.

La psicóloga rusa recientemente fallecida, Anne Ancelin Shützenberger (2006) en su conocido libro “¡Ay mis ancestros!” expone concienzudamente el fenómeno de la transmisión transgeneracional, sus efectos en la descendencia y las pautas para su cura y sanación. Y aquí explica lo siguiente:

            “… ser “un miembro leal de un grupo dado”, en particular, de su familia, implica que cada uno se ve llevado a internalizar el espíritu, las esperanzas, las demandas, las expectativas de su grupo, y a utilizar un conjunto de actitudes específicas que permitan ajustarse a las conminaciones internas o internalizadas. Si uno no asume este tipo de obligaciones, se siente culpable. Esta culpabilidad constituye un sistema secundario de fuerza reguladora. O un feedback negativo al comportamiento desleal”. (pág. 63)

Por tanto vemos como el factor de “culpabilidad” juega un papel primordial en las expectativas y necesidades dentro de la conformación familiar. Los asuntos no hablados en la familia, como las muertes que no se lloran, los incestos que se callan, la violencia que se tapa, las negligencias que se omiten; imponen una conspiración de silencio familiar que conforma la psicosomática clínica del transgeneracional.

Y sobre todo, la traumatización generacional, el dolor proveniente de al menos tres generaciones precedentes, ya sea por guerras, exilios forzados, como comentábamos antes. O por poner un ejemplo más cercano en nuestra historia; la Guerra Civil, la cual generó en muchas familias afectadas, mecanismos de defensa altamente elaborados para mantener el silencio y los secretos de la familia. Afectando así  a la dimensión personal y espiritual de los individuos y del clan.

Los damnificados de la Guerra Civil todavía hoy en día, están reciclando sus sufrimientos del pasado y de generaciones que ya no están.  Desde este punto de vista, el componente más maligno del legado transgeneracional del trauma son las memorias somatosensoriales (implícitas), los síntomas somáticos, que no han podido ser integrados y las huellas emocionales de la historia que nunca han sido procesadas en las generaciones de los padres, los abuelos, los bisabuelos, los tatarabuelos, e incluso más atrás.

Recientemente la ciencia de la epigenética demuestra cómo las historias familiares enterradas y no resueltas, pero que permanecen vivas en el mundo del inconsciente de la familia y, en particular, de los padres, es transmitido ya en la vida gestacional. La investigación revela que el sistema nervioso del recién nacido y el perfil bioquímico están conformados por el estado mental de la madre durante el embarazo (Field y cols., 2006; citado en Badenoch, 2008). Por tanto sabemos que las emociones se pueden comunicar biológicamente de padres a hijos. Es por esto, que cuando nacemos ya conocemos la historia biológica y emocional de nuestros abuelos y padres… como mínimo. Y si estas historias de conformación del clan fueron muy traumáticas posiblemente nos remontemos a mucho más atrás.

La ciencia epigenética hoy sabe que solo el 3% del ADN es el responsable de la transmisión de los rasgos físicos; el otro 97% consiste en lo que se denomina ADN no codificante, lo que se llamaba antes ADN basura. Que por cierto es el menos “basura” de todos, ya  que es el responsable de los rasgos de personalidad, conducta y personalidad que heredamos, así como portador de otras influencias ambientales. En otras palabras, es la parte del ADN que codifica la experiencia vivida y transmitida por nuestros ancestros. Rachel Yehuda a la que mencionaba al principio de este texto,  asegura que los cambios epigenéticos nos preparan biológicamente para enfrentarnos a los traumas que ya han experimentado nuestros padres. Por tanto, estamos equipados de serie, con un equipo de habilidades (a lo que Yehuda llama “resiliencia ambiental”) que nos permiten responder a situaciones estresantes.

Si antes comentaba acerca de los traumas de las tribus indias americanas y los estudios llevados a cabo hace años en Flagstaff (Arizona) sobre este tema. Hoy en día, estos estudios se han confirmado concretamente por LeManuel Bitsoi (2015), nativo americano e investigador navajo, director del departamento de biología organísmica y evolutiva en la Universidad de Harvard. Que afirma lo siguiente:

            “la juventud nativo americana está reviviendo el pasado de sus ancestros en sus síntomas y tiene una tasa de suicidios de 10 a 19 veces mayor que la de otros grupos. La violencia, la guerra y la opresión continúan sembrando las semillas que mantienen vivo el trauma a través de generaciones, ya que los supervivientes transmiten inconscientemente lo que han experimentado a sucesivas generaciones. Todo lo que no fue dicho es transmitido; el trauma viaja tanto a través de la sociedad como a través de las generaciones familiares”.

Volviendo a las investigaciones epigenéticas, la investigadora doctora en psicología y psiquiatra pediátrica Tiffany Field (2006), junto con su grupo han investigado durante décadas los efectos de la depresión materna en los bebés antes y después de nacer; además de la depresión también tenían en cuenta los niveles de ansiedad, rabia e irritabilidad. Encontraron que los recién nacidos de madres que habían estado deprimidas durante el embarazo tenían puntuaciones más bajas en su respuesta de orientación a las caras y voces, en la necesidad de ser acunados, y la actividad de llevar la mano a la boca (Hernández-Reif, Field, Diego, & Ruddock, 2006; citado en Badenoch, 2008). De alguna manera, estos bebés nacen ya “sabiendo” que no van a encontrar muchos cuidados cuando acudan a sus progenitores.

El investigador y etólogo Boris Cyrulnik (1989) en su libro “Bajo el signo del vínculo” también habla de cómo las técnicas de reproducción asistida afectan a la concepción y la gestación del niño. El habla del nacimiento del “niño fantasmático” y dice lo siguiente:

            “el niño, antes de nacer ya tiene una misión: no debe garantizar la jubilación de los padres, sino encarnar sus fantasías. … El niño reparador de parejas, el niño “para  mostrar a mi madre que soy capaz de tener un hijo sin tener marido”, “el niño condenado a la felicidad porque yo soy incapaz del menor goce”, “el niño condenado a tener éxito porque, que me hayan echado de la escuela ha sido la humillación de mi vida”. (p. 44)”.

De esta manera se da al bebé una condición de reparador de fantasías de su propia madre. Así pues, algunos padres, pero también abuelos, tíos… proyectan en el niño sus propios anhelos y temores, imponiéndoles sus historias y deseos frustrados; o a veces proyectándoles también sus envidias y celos porque sus hijos tienen una vida que ellos no han podido tener.

La historia del clan es transmitida a los descendientes de manera inconsciente, y a veces explícita, imponiendo a algunos miembros de la descendencia el rol de reparar o redimir las faltas cometidas por algún ancestro, recuperar el prestigio familiar perdido por algún miembro, colocar a la familia de nuevo en un lugar de honor que en algún tiempo se tenía, o tener que ser los hijos el padre o la madre que los padres no tuvieron en su infancia, o ser niños eternos para que la madre no vuelva a experimentar la soledad vivida en su infancia.

Hablaremos ahora sabiendo todo esto, de la herida narcisista en el transgeneracional del que hablaba Alaugnier y lo que debe ser innombrable o impensable en la familia, la cripta y el fantasma familiar.

Desde un punto de vista psicoanalítico, la herida narcisista no es otra cosa que cualquier trauma en la persona que disminuya la autoestima de su “yo” o su sentimiento de ser amados por otros (lo que llamamos relaciones objetales). Desde un modo más simple podríamos decir que una herida narcisista es simplemente la falta de amor por parte de los seres queridos con los que te interrelacionas. O para decirlo de otra manera la carencia de vínculos afectivos o el desarrollo en la infancia de apegos disruptivos. Cualquier trauma de la infancia conlleva en la adultez a posibilidad de psicopatías vinculadas a trastornos de personalidad con rasgos narcisistas.

Sabemos también que el ser humano es influido en su vida no solo por las relaciones intergeneracionales (las personas que conviven en vida con ella) sino también con las relaciones transgeneracionales. Es decir si un padre o una madre carga encima con una herida narcisista su hija o hijo, la padecerá ya que se identificará inconscientemente con alguno de sus progenitores (comúnmente la madre) y esto hará que el hijo se aliene de sí mismo. Ya que se aleja de su propia personalidad y se identificará con la herida narcisista de su progenitor para tratar de conseguir un vínculo amoroso, en función de la posible ausencia de reconocimiento que ese padre o esa madre no pueda dar. Esto hace que el hijo sea cautivo de su propio trauma y herida narcisista. Y esta forma de comportamiento por parte del hijo/a se seguirá dando aunque sus progenitores fallezcan, mientras la herida narcisista no pueda ser reparada.

Recordemos como decíamos anteriormente que la herida narcisista se transmite por generaciones, que si un padre o madre causa daño o abuso a un hijo/a, es porque posiblemente en alto grado fue él o ella victima a su vez de abuso por parte de su familia.

Pero no solamente se transmiten por generaciones las heridas narcisistas, también se transmiten cualesquiera experiencias que no pudieron ser metabolizadas. Digamos que cualquier experiencia que no pudo ser “dicha” en la primera generación, se vuelve “innombrable” en la segunda generación e “impensable” en la tercera generación. Y con esto nos referimos a traumas dolorosos en la familia o clan. Muertes interrumpidas por accidentes o asesinatos, incestos, abusos etc. Ya no digamos guerras, exilios o cualquier agitación social traumática masiva.

La experiencia que no pudo ser metabolizada conllevará a una repetición de historias o a la generación de síntomas. El cometido de esta repetición es mantener la esperanza de obtener una resolución en la que se elabore o se repare y dejen de ocultarse los hechos que fueron omitidos, bien por motivo de la vergüenza o por el dolor de un ancestro que para el clan familiar estaba idealizado.

Abraham y Torök (1978), psicoanalistas de origen húngaro, describieron el fenómeno de la cripta y el fantasma. Para ellos, lo traumático es toda experiencia que ha sido imposible de metabolizar psíquicamente, es decir, ser conocida, pensada, simbolizada y por ende transformada en recursos que ayuden a manejar la vida. Estas experiencias no procesadas se enquistan en heridas en las redes neurológicas y en el psiquismo, y en consecuencia destruyen el sentido de coherencia y continuidad del “yo” de la persona.

Por tanto las personas que no metabolizaron y limpiaron sus propios traumas viven con una parte de su energía psíquica raptada, congelada y encapsulada en su mente… es decir encriptada y por tanto esa parte mental no estará disponible en relación con los demás. La encriptación se refiere a las experiencias traumáticas que a nivel de memoria no se han integrado y elaborado, por ejemplo: la muerte de un hijo, pareja, madre, padre, asesinatos, etc.

Por estos motivos, los descendientes de los “encriptados” vivirán esta experiencia como lo no dicho. Sabrán que en su familia se guarda un tabú o secreto innombrable que no pueden entender y captaran esta energía no expresada como algo extraño, en forma de mensajes que le limitaran la vida. Esto es lo que se denomina “fantasma psíquico”. En las constelaciones familiares se conceptualiza como identificación con un ancestro.

Pongamos ejemplos, muchas personas llegan a consulta diciendo que temen vayan a morir, porque su padre o su abuelo murieron a la misma edad que ahora ellos tienen. O que están hartos de su trabajo ya que su familia forma parte de un clan profesional (familias de abogados, médicos etc.) los hijos hipotecados son estos casos. Nieto que tiene que ser abogado porque su padre y su abuelo lo eran y tiene que seguir con el negocio familiar. A lo mejor este hombre quiere ser astronauta, por poner un ejemplo. Por tanto son vidas hipotecadas a nivel profesional por lealtad al clan ya que si no, los sujetos pueden ser repudiados, no queridos por sus familias.

En estos casos, pudiera haber aquí un transgeneracional que quiere ser curado. De aquí provienen los motivos de, por ejemplo, agredir y hasta asesinar, o que una persona se automargine o se intente suicidar. Muchas historias se repiten a la edad que ocurrieron a un ancestro y por tanto se suelen duplicar o reparar inconscientemente y si no, se somatizan a nivel físico. Una duplicación será que a nivel generacional exista una duplicidad con un ascendiente. Es decir que un nieto por ejemplo, viva la vida de su abuelo. Si este se separó o perdió la pareja con una edad concreta a su nieto le pasará lo mismo. O si tuvo un accidente o si se le quemo la casa, el nieto a lo mejor pierde a la misma edad alguna propiedad o tiene pérdidas financieras. Esto sería una duplicación inconsciente.

Es decir de forma inconsciente un descendiente siempre organizará su vida respecto a su “fantasma psíquico” ancestral, tanto en conducta, como en sentimiento o pensamiento. Naturalmente solo si existen en sus ancestros traumas no dichos que han sido previamente encriptados. Pongamos más ejemplos, caso real vivido por mi; abuelo muerto al salir de casa por un atropello de coche con cuarenta años. Esposa e hijas de este hombre que viven el suceso de forma muy dramática y no metabolizan el trauma y lo encriptan. Nieta que desarrolla a sus cuarenta años el “fantasma psíquico” somatizando una “esclerosis múltiple primaria” a nivel diagnostico comprobando posteriormente en resonancia magnética cerebral, no existir desmielinización de proteina en los axones neuronales, ni patologia grave en sistema nervioso psicomotor.

Recordemos que en la esclerosis múltiple primaria se ve sobre todo afectado sistema nervioso psicomotor miembros inferiores y muy concretamente los músculos cuádriceps de las piernas. Si recordamos que el cuádriceps es uno de los músculos más grandes del cuerpo que sirve para caminar y levantarse, es decir para ponerse en acción. Está claro que la nieta somatizando esta enfermedad estaba reparando inconscientemente el fallecimiento de su abuelo, en función de la encriptación de su madre y su abuela. Es decir inconscientemente la nieta se repetía: “si mi abuelo murió joven a los cuarenta porque salió de su casa para hacer un recado y le atropello un coche” –yo- “ahora a los cuarenta somatizo esclerosis múltiple primaria para de esta manera  verme afectada de las piernas, no poder moverme y prevenir que me atropelle un coche al salir a la calle”. Realmente parece una tontería, pero no lo es.

Otro caso real vivido por mí. Ingeniero de cuarenta y cuatro años, posición acomodada, su padre y abuelo paterno también ingenieros (es decir clan familiar profesional). El hombre vino a consulta muy asustado pensando que iba a morir, ya que su padre murió con cuarenta y cuatro años también de un infarto. A lo largo de las sesiones se ve que le gustan los deportes de riesgo. Hace rafting se tira en parapente e incluso se rompió el quiasma óptico y lo tuvieron que operar de  un accidente en una carrera de rallyes, cuando conducía de piloto. Después de unas cuantas sesiones averiguamos que su abuelo paterno también le gustaban los deportes de riesgo, pero estuvo totalmente frustrado en la vida porque en el servicio militar le expulsaron del regimiento paracaidista por no pasar las pruebas. Esto no es que fuera un trauma muy grande visto con perspectiva pero seguro que para el abuelo de este señor, lo fue. Y esa espinita clavada que tuvo toda su vida el abuelo, la estaba reparando el nieto, realizando todos los deportes de riesgo que se podían y más. Incluso jugándose la vida. Estamos en un caso transgeneracional de nieto doble de abuelo en profesión y aficiones que inconscientemente lo estaba reparando. Claro, pero esta reparación tampoco sirve.

Estas lealtades al clan, o identificaciones alienantes, no tienen porque repetirse, duplicarse o repararse de manera inconsciente, lo que tenemos que hacer es ser consciente de nuestro “inconsciente familiar” y repararlo de manera consciente; nunca mejor dicho. Y de esta manera ser una unidad del clan diferenciada y poder vivir según nuestro libre albedrio, sanando nuestro árbol generacional y honrando a nuestros ancestros.

Es indudable que formamos parte de una cadena generacional y sistémica (de los diferentes sistemas en que vivimos: familia, cultura, religión, país) de la que somos tributarios y portadores. Esto tiene sus consecuencias e implica una gran responsabilidad por parte de todos. Ya sean padres, educadores o dirigentes políticos. Desde esta perspectiva, los mensajes y los referentes que los padres, educadores y dirigentes nos ofrecen como provenientes de las generaciones anteriores son factores que contribuyen a la constitución de nuestro sentido del “yo”.

Ancestros y descendencia, contenidos en el vínculo de al menos tres generaciones, son los polos que marcan la posibilidad de continuidad de la transmisión generacional o la ruptura de la misma. Sólo si nos involucramos en un trabajo de consciencia y sanación podremos facilitar algún tipo de transformación que conduzca y haga posible apropiarse de aquello que nos es transmitido de forma inconsciente, haciéndolo propio porque se haya integrado de una manera consciente en uno o diferenciándonos de ello porque no corresponde y no es adaptativo, para nuestra vida actual.

Os dejo un link de la gran y tristemente fallecida hace unos meses Anne Ancelin Schützenberger que explica muchos de sus casos. Texto rescatado de la web de la psicoterapeuta Carmen Sirvent.

http://www.carmensirvent.com/wp-content/uploads/entrevista-anne-ancelin.pdf

Bibliografia:

Abraham, N. y Torok, M. (1978); L’écorce et le noyau, De. Flammarion, Paris.

Badenoch, B. (2008).Being a Brain-wise therapist A practical guide to interpersonal neurobiology. W. W. Norton & Company: New York

Bitsoi, L (2015) quoted in Mary Pember “Trauma May be Woven into DNA of Native Americans”. Indian Country, May 28.

Cyrulnik. B. (2005) Bajo el signo del vínculo. Ed. Gedisa, Barcelona.

Field, T., Diego, M. & Hernández-Reif, M. (2006). Prenatal depression effects on the fetus and newborn: A review. Infant Behavior and Development, 29 (3), 445-449.

Shützenberger, A. A. (2006): “¡Ay, mis ancestros!”: Vínculos transgeneracionales, secretos de familia, síndrome de aniversario, transmisión de traumatismos y práctica del genosociograma. Ed. Omeba.

Yehuda, R. Et al. (2015) “Holocaust  Exposure Induced Intergenerational Effects on FKBP5 Methylation”.Biological Psychiatry. August 12.

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