Ciencias de la complejidad y la idea de “Dios” en lo transpersonal (IV parte)..

Durante todos los periodos de la historia de la humanidad, se han recogido experiencias vividas por chamanes, místicos, sabios iniciados o profetas, respecto a lo transpersonal y la idea de “Dios” o de “unicidad universal”. Estas experiencias, que pudieron parecer hasta hace poco meras exageraciones o simples perturbaciones mentales, coinciden con las comprobaciones científicas que en el presente describen estados indefinibles e inefables de conciencia, ya sean intuitivos o transpersonales.

Estados que no son efectos de la epilepsia, como se creía; sino que pueden ser producidos además de por la meditación, por la respiración holotrópica, por los efectos de enteógenos, o por otras actividades intuitivo-estético-místicas, tales como la danza, música de percusión de alta vibración, mantras o rituales comunitarios de oración.

Estas experiencias místicas (espirituales y religiosas) de las que hablamos en mayor o menor medida, cumplen los procesos de desidentificación del individuo en lo transpersonal. Estos procesos se reducen a dos aspectos fundamentales, la percepción de ruptura del ego y la percepción de pertenencia (holística) a un todo, (unicidad) en la que están incluidos todos los macrosistemas y microsistemas del universo. Estas hipótesis dan pie a lo que llamamos la física de frontera, o teoría del campo unificado. Donde se rompen las teorías dualistas cartesianas y newtonianas a favor de la teoría de la relatividad de Albert Einstein (1879 – 1955).

Einstein junto con su colega Niels Bohr (1885 – 1962) ya predijo que “Dios no juega a los dados” en función de su teoría de la complementariedad y de un orden implicado universal. Tanto la holografía, como la teoría de los fractales o la teoría general de sistemas, pueden explicar las experiencias o sensaciones de unidad y la conexión entre el todo y la parte que se producen en la percepción de pertenencia, (Puente, 2007).

Este modelo sostiene que la ciencia y la religión se refieren a la misma realidad desde perspectivas diferentes, proporcionando explicaciones que no rivalizan entre sí, sino que más bien son complementarias, o se fusionan. Niels Bohr al describir la relación entre las formas de partícula y onda de la materia; comentaba que era necesario aferrarse a las dos formas de comprensión a la vez para hacer justicia a los datos.

Siguiendo estas teorías, en 1959, David Joseph Bohm (1917 – 1992) y su estudiante Yakir Aharonov descubrieron el efecto Aharonov-Bohm, fenómeno cuántico, en el que la presencia de un campo magnético incide en la propagación de una carga eléctrica, incluso cuando ésta se propaga en zonas donde dicho campo no está presente. Bohm formuló su noción del orden implicado. Incidiendo en que en el universo existe lo que denominó como una biofísica de la consciencia, que para él es del “todo indivisible”. En las que todas las cosas están envueltas, incluso lo “no manifestado”. Las conexiones de este orden nada tienen que ver con la localidad en tiempo y espacio, tienen que ver… más bien, con una cualidad diferente que Bohm denominó envolvimiento.

Según Bohm (1988) existe, además, el orden explicado, que es la descripción de la realidad tal y como se nos manifiesta desde el orden implicado. De tal manera que el mundo sensible es la manifestación de una energía, de un orden más profundo y de una realidad inconmensurable: el orden implicado. Y entre el orden explicado y el implicado existe una fase intermedia subyacente que es el holomovimiento. La alegoría con que Bohm ilustra el orden implicado, consiste en un holomovimiento, en el que el todo es las partes y cada una de las partes contiene al todo. El universo como un holograma.

El potencial cuántico que Bohm postula en la interpretación causal del orden implicado, es una realidad indivisible, e infinitamente profunda, cuya naturaleza se extiende desde la física hacia la filosofía, la biología y la religión. Y que sería la despersonalización de todos los individuos que entran en procesos de modificación de consciencia a través de procesos místicos casuales o causales (forzados) y que perciben el sentimiento holístico de unidad con el cosmos, como una proyección de divinidad.

Posteriormente, Bohm en colaboración con el neuropsicólogo de la Universidad de Stanford, Karl H. Pribram (1919 – 2015), desarrolló el modelo holonómico del funcionamiento cerebral. Modelo de la cognición que propone que el funcionamiento del cerebro humano es similar al de un holograma. Esta hipótesis puramente científica se apoya en la evidencia de la neurociencia y expone que la consciencia emerge coincidiendo con el nivel más elevado de la función cerebral, exponiendo dos requisitos fundamentales:

  • El primero de ellos es el concepto del cerebro como un órgano especializado para operar con información, y que en esto consisten las actividades mentales, incluida la consciencia.
  • El segundo requisito para fundamentar la emergencia de la consciencia, consiste en reconocer que los niveles de organización cerebral están constituidos de manera piramidal: la cantidad de sus componentes es mayor en los niveles inferiores, en tanto que la integración de la información es cada vez mayor en los niveles superiores.

Además, la pirámide neuropsicológica permite una doble vía de movimiento. Por una parte, hay una cascada ascendente por la cual las órdenes nerviosas inferiores influyen en las superiores como un enriquecimiento funcional. Y, por otra parte, hay un descenso desde los estratos superiores, creando entre ambas corrientes una síntesis que desemboca en el sentir y el percatarse, propios de la conciencia perceptiva. La información fluye horizontalmente y verticalmente en ambos sentidos. Y por tanto el cerebro se podría considerar un demodulador de frecuencias onda/partícula.

El holomovimiento de la consciencia puede verse expuesto en funciones conductuales animales. Como, por ejemplo: en el comportamiento de una bandada de pájaros que no se chocan en el aire cuando vuelan al cambiar de dirección. O el de un enjambre funcional de abejas, que enlaza diversos módulos cerebrales de manera cinemática, hipercompleja, coherente y sincrónica a la hora de trabajar en la colmena; lo mismo que las hormigas. El holomovimiento sería la analogía del “Zeitgeist” de Jung.

Estas hipótesis se justifican con datos neuroanatómicos y neurofisiológicos en la conducta humana grupal a nivel psicosociológico, dentro de las teorías de pensamiento complejo. Y a nivel individual en la autopoiesis de Maturana y Varela, términos de los que hablaremos posteriormente.

Incluso en las matemáticas se observan estas teorías. Por ejemplo, en la ecuación logística de Robert May (1936 – 2020), -padre de la teoría del caos- mejorada a nivel cualitativo y cuantitativo con los diagramas de bifurcación de Mitchell Feigenbaum (1944 – 2019). O en el estudio de los atractores dinámicos de Robert Stetson Shaw (1946 -) junto al grupo de Santa Cruz, respecto a las macro y microescalas, desarrolladas posteriormente en la geometría fractal de auto semejanza de Benoit Mandelbrot (1924 -2010).

La localización cerebral de la visión binaria o dualista del mundo, según distintos autores, está en el lóbulo parietal del hemisferio dominante. Se trata de bloquearlo para dar acceso a lo sagrado. El acceso a las experiencias místicas estaría ligado, pues, a la actividad del hemisferio no dominante (que tal vez podría llegar a convertirse en dominante…).

Todo cuanto sea percepción o imaginación integral u holística del mundo se encuentra en la conjunción del lóbulo parietal con el temporal, es decir, en la región parietal inferior, la misma que ocuparía la que nos da la visión binaria en el hemisferio dominante. Las zonas cerebrales en las que se sustentan estas experiencias suelen estar normalmente inhibidas, pero cuando se activan, otorgan la posibilidad de entrar en un mundo espiritual profundo, de facilitar el encuentro con seres espirituales o de unirse a la Divinidad. Es lo que comentábamos en el post anterior respecto a los estudios de Olaf Blanke.

Existen estructuras cerebrales que parecen estar inhibidas por otras filogenéticamente más modernas. Pero cuando se utilizan determinadas técnicas de reflexión, meditación, concentración o toma de enteógenos; las más modernas fallan, activándose en cambio las más antiguas, que son las que producen estos fenómenos intuitivos, vinculados a la amígdala y el hipocampo.

Si se toma la experiencia consciente como el resultado de la complejidad de las relaciones entre los sistemas cerebrales, los sistemas corpóreos, los sistemas sociales y la cultura, se tendrá que los cimientos que las unen es una memoria almacenada holográfica. Los procesos cerebrales pertinentes operan por virtud de la susceptibilidad de modificación de las neuronas que resultan en la memoria del “almacén holográfico” que propone Pribram (2004) en sus estudios experimentales.

Siguiendo esta línea teórica de la complementariedad y el orden implicado, el físico biomimético Fritjof Capra (1939 -), en sus obras: El Tao de la física, o La trama de la vida. Presenta sus hipótesis con relación a los descubrimientos sobre la naturaleza de la realidad física llevada a cabo en el campo de la física de partículas y su relación con la concepción de tres escuelas de pensamiento orientales sobre la naturaleza de la mente y del universo: el taoísmo, el budismo y el hinduismo.

Además, el autor traza el punto de encuentro de estas dos concepciones, la oriental y occidental, sobre la naturaleza del universo. Encontrando coincidencias semánticas y de significado, que le llevan a plantear la similitud de aproximación a un cosmos no determinista, en el que todas las partes se encuentran interconectadas, y en la que el observador y lo observado se funden en un diálogo creativo, donde el universo demanda ser entendido más que analizado.

Dentro de las ciencias sistémicas que analizan la consciencia como estructura fenomenológica y siguiendo la estela de Bohm y Pribram. En 1950, el biólogo austríaco Ludwig von Bertalanffy (1901 – 1972) planteó la teoría general de sistemas (TGS) exponiendo sus fundamentos, su desarrollo y sus aplicaciones; estudiando los macro y microsistemas abiertos que demuestran, estructuras estables y fluidez al cambio. A las que siguieron en 1967, las teorías de estructuras disipativas del físico ruso premio nobel, Ilya Prigogine (1917 – 2003).

Prigogine teoriza como la disipación de la energía y la materia se convierte en una fuente de orden en holomovimiento, dentro de la termodinámica. Las teorías de Prigogine sirven eficientemente para explicar los estados modificados de consciencia y las ECM, s. Cuanto más coherente o intrincadamente conectada esté una estructura, más inestable es.  Así, al aumentar la coherencia se aumenta la inestabilidad. Pero, esta inestabilidad es la clave de la transformación. La disipación de la energía, como demostró Prigogine con refinados procedimientos matemáticos, crea el potencial para un repentino reordenamiento. Estaríamos hablando de una analogía con las celdas de Bénard, en Prigogine et al., (1994)

Andrew Newberg (1966 -) es médico cirujano y neurocientífico en el Hospital Universitario de Jefferson en Filadelfia, (Pensilvania), experto en medicina interna y nuclear. Newberg afirma respecto al holomovimiento del orden implicado, que tal mecanismo representa dos líneas de desarrollo neurológico que involucran la evolución o desarrollo de estructuras que serán llamadas el operador causal y el operador holístico. Por operador se entiende la red de tejidos nerviosos en el cerebro que realizan funciones específicas: en el primer caso nos permiten percibir la causalidad, y en el segundo, la totalidad en medio de la diversidad.

Newberg y su compañero, el psiquiatra Eugene D’Aquili, (1940 – 1998) ya fallecido. En su momento, explican que el operador causal estaría relacionado con la forma subjetiva de percibir las causas de las cosas en la realidad y afirman que, para el ser humano, debe existir un término inicial o una primera causa para cualquier franja de la realidad. (filosóficamente esta idea tendría semejanza con las teorías apriorísticas de Kant o con la metáfora del motor inmóvil de Aristóteles).

El término inicial es un constructo mental que toma elementos de la memoria. El operador en sí mismo genera las causas o la franja de la realidad. Y el segundo operador lo describen así: “…al activarse los sistemas simpático y parasimpático, así como algunas partes de la región parieto-occipital no dominante del cerebro (el operador holístico), se crea una sensación creciente de totalidad más fuerte que en las experiencias comunes que se tienen de la realidad” (D’Aquili, Newbeg; 1998).

Para fundamentar los principios de la neuroteología, Newberg analiza previamente las relaciones entre ciencia y religión según las propuestas del físico Ian Barbour (1923 – 2013); y a continuación esclarece las principales metas hacia las que se dirige la neuroteología, es decir, por qué es conveniente desarrollar la neuroteología.

Barbour (1990) considera cuatro tipos de interacciones básicas entre ciencia y religión:

  • Solo la ciencia o solo la religión -de forma independiente-, pueden ofrecer un análisis correcto del mundo, por tanto, funcionan de modo excluyente (modelo conflicto)
  • La ciencia y la religión funcionan de modo independiente, aunque no excluyente (modelo NOMA)
  • Ciencia y religión pueden dialogar e integrarse cuando versan sobre temas fronterizos (modelo de complementariedad)
  • Ciencia y religión se integran y pueden ayudarse mutuamente para explicar mejor el mundo y a sí mismos, (modelo fusión).

La teoría del orden implicado y holomovimiento refuta el modelo conflicto de Worral (2004), explicado por Barbour cuando escribe que “Ciencia y religión están en un conflicto irreconciliable. (…) Richard Dawkins, un estridente defensor del modelo del conflicto, declara: “Le concedo a las religiones la cortesía de verlas como teorías científicas y … veo a Dios como una explicación rival para los hechos acerca del universo y la vida”. En general, el modelo conflicto preconizaba que la ciencia y la religión adoptaban actitudes “expansionistas”, propiciando el responder a preguntas que por derecho pertenecían a otros ámbitos de investigación, y se pisaban constantemente.

En otro orden, la teoría del orden implicado también refuta, tanto el modelo NOMA (Non-Overlapping Magisteria) de Stephen Jay Gould donde se dice que tanto la ciencia como la religión no se superponen en sus teorías. Como el modelo de complementariedad donde se toma tanto la ciencia como la religión tan en serio que, de hecho, se toman las convicciones de una para construir elementos de la otra.

Desde el punto de vista metodológico, la neuroteología enfrenta los siguientes desafíos. En primer lugar, no parece cumplir con las exigencias básicas de una disciplina científica, consistente en la búsqueda de teorías generales con leyes atemporales, objetividad, claridad, precisión, verificabilidad e imparcialidad (entre otras), puesto que debe lidiar con el problema de cómo comprender el componente subjetivo de las experiencias religiosas (Newberg 2010).

Dicen que la investigación neuroteológica puede identificar consecuencias negativas potenciales de creencias religiosas y espirituales.   Algunas   de   esas   investigaciones   pueden   evaluar   actitudes   de   tradiciones específicas respecto a cómo evitar intervenciones médicas, mientras otros estudios pueden revelar cómo algunos individuos desarrollan visiones negativas de la religión o de Dios que pueden conducir a luchas personales, ansiedad y depresión.

De todas maneras, también se admite que, actualmente, no hay mucho conocimiento acerca de los factores que conducen a desarrollar esas visiones negativas, no obstante, éstas pueden generar miedo, confusión, conductas fundamentalistas o potenciar ciertas doctrinas religiosas o espirituales extremistas. La investigación neuro teológica tiene la oportunidad de evaluar meticulosamente qué tipo de individuos son más proclives a seguir estas vías y quizás ofrezca métodos para una reconducción apropiada a nivel cognitivo conductual, (Newberg, 2010: 19-20).

Newberg con su sincretismo, propone una región de estudio, un campo amplio pero relacionado en torno a situaciones reales que antes se veían muy distantes y que ahora requieren un estudio universal, de algún modo, aglutinador. Piensa de manera universal, no particular porque las neurociencias le obligan a ello, ya que por definición requiere una multidisciplinariedad, pero no solo horizontal, entre áreas de la ciencia (bioneurología, psicología antropología), sino también vertical, (filosofía, sociología y teología).

Hoy en día, es el modelo de fusión, la teoría de orden implicado y el holomovimiento lo que desarrolla una nueva cosmovisión del modelo cuántico ternario del que habla Basarab Nicolescu (1942 -) Haciendo un paralelismo entre el extenso texto épico-mitológico de la Antigua India del Mahabharata y los múltiples fenómenos de la mecánica cuántica, Nicolescu (1994) considera que la cosmodernidad es el reencuentro con un pensamiento ternario. Mientras que la Modernidad está caracterizada por la separación binaria entre el sujeto y el objeto, la cosmodernidad consigue derrotar el pensamiento binario como esquema mental y como raíz del nuevo barbarismo nuclear.

Para Nicolescu (2014), la idea de cosmodernidad “significa esencialmente que toda entidad (existencia) en el universo es definida por su relación con todas las otras entidades”, (Collado, 2018). Esta teoría se une a la del desarrollo de la “Teoría General de Sistemas” (TGS) y de otras ciencias sistémicas que han aportado una respuesta a esta discusión formulando conceptos como el de propiedades emergentes, que han servido para reafirmar la autonomía de los fenómenos (como la conciencia) y, con esto, concebirlos nuevamente como objetos legítimos de investigación científica.

Cerrando el ciclo de ciencias sistémicas y comportamiento, resaltar las teorías del pensamiento complejo del gran filósofo y sociólogo francés, ya centenario Edgar Morin (1921 -). Creo que la teoría moriniana del pensamiento complejo constituye una de las formas discursivas que pretenden responder desde una pretensión holográmica a todos los ambientes y problemas de la realidad. Tanto desde los planteamientos epistemológicos, como políticos, éticos o morales. Con el interés de abarcar en sí mismo todos los fenómenos de la realidad como un meta sistema complejo, que se puede vincular perfectamente al operador causal de Newberg y D’Aquili comentado anteriormente.

Las múltiples metáforas que los teóricos eligen como base para sus especulaciones y reflexiones ontológicas, usualmente provienen desde dos supuestos y fundamentos naturalistas deterministas. Es así como se concibe la realidad como un organismo, como un cuerpo, como un sistema dinámico abierto. O a veces, como una forma de máquina cerrada tipo ordenador.

En la práctica las metáforas de la realidad como máquina se contraponen sustancialmente a las metáforas de organismos vivientes; las dos conducen a diferentes modos de investigación y conceptualización; definen epistemologías diferentes, ya que el conocimiento requerido para examinar una perspectiva de la realidad como una estructura cerrada, estática, y en forma de mecánica pensante. Es inadecuada para examinar y abordar la realidad del mundo, que se muestra, en el “aquí y ahora” como un sistema orgánico vital y abierto. La realidad se presenta desde los fenómenos naturales y sociales como un metasistema de meta organizaciones; decir, como un sistema complejo de sistemas organizados. (Morin, 2006: 121).

Para Morin, por ejemplo, siempre se ha interpretado la historia desde una vertiente economicista, (el individuo como unidad de producción, comentaba Marx) por tanto se conceptualiza el individuo como sistema cerrado “máquina”. Y se ha puesto todo el interés en la captura, asimilación y reproducción del capital económico, a nivel evolutivo de las civilizaciones; dejando de lado la integración de otros capitales, aún más importantes, como son el capital humano, el capital cultural, el social y el capital del pensamiento simbólico (arquetipos, sueños, etc.) … es decir, se suele ignorar la realidad humana en todas sus interacciones bióticas, sensoriales, imaginativas, etc.

Por tanto, el mito del desarrollo social, es una concepción reduccionista que asume el capital económico como único motor para cubrir todas las esferas de la vida. Es decir, las ciencias económicas son unas de las tantas metáforas de la realidad como máquina o conceptualización del individuo como sistema cerrado. Y digo metáfora (figura retórica del pensamiento por medio del cual se conceptualiza una realidad y se expresa lingüísticamente mediante un concepto de realidad diferente), porque el ser humano analiza la ciencia económica con el operador causal binario dualista de su cerebro izquierdo. Como comentábamos anteriormente en las teorías de Newberg.

Por tanto, para llegar al conocimiento holístico intrasubjetivo individual (estados modificados de conciencia, ECM, s etc), hay que pasar primero por la construcción intersubjetiva grupal. Y si es así: ¿puede lograr el ser humano, alguna forma de conocimiento sobre la realidad que sea independiente de su propia construcción intersubjetiva grupal?

Respondiendo a esta pregunta, en 1973, los biólogos chilenos Francisco Varela (1946 – 2001) y Humberto Maturana (1928 -) propusieron el concepto de autopoiesis para dar cuenta de la especificidad que tiene la organización de los sistemas vivos como redes cerradas de autoproducción de los componentes que las constituyen.

Para Maturana y Varela la cognición no consiste en el proceso de construir representaciones de un mundo prefigurado, desde una mente externa a la realidad del mundo, como lo presenta la ciencia cognitiva convencional, recordemos el ejemplo de las ciencias económicas. La cognición, por el contrario, es una experiencia arraigada en el deseo, en las emociones, que se produce en un contexto histórico y se reproduce como teoría desde “la ininterrumpida coincidencia de nuestra existencia, nuestro hacer y nuestro saber” (Maturana y Varela, 1984).

A partir de lo que denominan Varela y Maturana enfoque enactivo, (del verbo inglés “to enact” evidenciar algo existente) la cognición se transforma en enacción de una relación entre mente y mundo, ligado a la historia de su interacción con todos los componentes biológicos de la realidad. Ya que los seres vivos se construyen y se producen a sí mismos (organización autopoyética). Y las redes de producción se restructuran a través de la auto renovación y la creación de nuevas estructuras. Estas ideas están muy relacionadas con el pensamiento existencialista y fenomenológico del filósofo francés Merleau-Ponty (1908-1961).

El concepto de autopoiesis contempla una aparente paradoja. Por un lado, la capacidad de autoproducción y autorrenovación implica tener autonomía.  Los sistemas autopoiéticos poseen una identidad propia que se mantiene por los propios procesos dinámicos de autoproducción, que son en su naturaleza procesos de cambio y renovación.  La   única manera de preservar esta identidad es cambiando constantemente.  Y el cambio está relacionado con su inserción en un ambiente, desde donde recibe la energía necesaria para los procesos internos.  Es decir, es autónomo, pero a la vez depende del entorno

Una célula bacteriana es autopoiética. La mitosis celular es un ejemplo de autopoiesis dentro de los microsistemas de la biología. La comunicación en el lenguaje también es autopoiética dentro de los macrosistemas sociales. La cicatrización de una herida mantiene un sistema autopoiético.

La segunda ley de la termodinámica establece que la entropía de un sistema siempre aumenta hasta su valor máximo.  Esta definición ha sido creada inicialmente para explicar el funcionamiento del universo, un sistema considerado aislado (sistemas en los cuales no ocurren intercambios con el exterior a ningún nivel, ni de materia, ni de energía). Pero realmente es lo contrario.

En la biología autopoiética (en la que se pueden descartar los principios darwinianos y los apriorísticos de Kant) los organismos no son solo auto reguladores, sino que se construyen desde las células que materialmente establecen ellos mismos. Por lo tanto, proporcionan un enlace abierto con la biología empírica y, por ende, un enlace para una recomprensión de la teleología biológica como intrínseca o endógena. Por tanto, cumplen las características del orden implicado y el holomovimiento.

Los organismos vivos, se puede considerar que son sujetos teniendo propósitos acordes a los valores encontrados en la realización de su vida.  Esto significa   claramente, reintroducir   el   valor   y   la   subjetividad   como   fenómenos   orgánicos indispensables, una teoría del organismo como la dinámica de establecer una identidad y, por consiguiente, como un proceso de crear materialmente una perspectiva corporeizada, e individual. Por consiguiente, tienen carácter teleológico. Estas teorías pueden ser contrastadas con los últimos estudios que hizo Francisco Varela con la psicóloga Eleanor Rosch y el filósofo Evan Thompson en, Varela F. et al: (1997).

Desde principios del siglo XXI se viene intensificando un fuerte diálogo entre los científicos y los líderes espirituales para explorar conjuntamente el significado de la realidad ontológica de la naturaleza y del universo. Este diálogo encontró un punto de encuentro en la Teoría Bootstrap de las partículas elaborada por el físico teórico Geoffrey Chew (1924 – 2019) a finales de los sesenta, al intentar unificar la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad y del orden implicado de Capra, junto con la antigua S-Matrix de Werner Heisenberg (1901 – 1976).

Esta observación teórica del modelo bootstrap ha estado presente en numerosas cosmovisiones espirituales de Oriente. Un buen ejemplo es la filosofía budista del Mahayana surgida en la India durante el siglo I d.C. y extendida por otros países asiáticos como Bangladesh, Bután, China, Corea, Japón, Malasia, Mongolia, Nepal, Singapur, Sri Lanka, Tíbet, Taiwán y Vietnam. A través de la metáfora de red Indra ilustrada en el Avatamsaka Sutra, esta cosmovisión espiritual reconoce una red cósmica de eventos que se aplica a la totalidad del universo. Pero esta interpretación no puede comprenderse intelectualmente, sino a través de la meditación, porque es un “insight” apenas perceptible por la mente iluminada. (Collado, 2018).

El concepto clave del bootstrap es la consistencia, la idea de que las leyes de la naturaleza son controladas por la consistencia y que no son arbitrarias. Intenta eliminar las arbitrariedades en lo posible. Chew reconoce que, debido a las limitaciones humanas, siempre tenemos que aceptar un conjunto de ideas. Pero, aparte de estas ideas, que son aceptadas provisionalmente como verdaderas, no se debe aceptar nada arbitrario en la teoría y todo debe derivarse a partir de la auto consistencia. Chew, (1968), afirmará que cada partícula es el resultado de la acción de ella misma en relación con todas las demás, es decir, se trataba de llevar al límite el concepto de auto consistencia.

Y existe un último modelo que agrupa todas las teorías comentadas y aglutinadas en este post y ese es el de la hipótesis de la causalidad formativa. Al inicio de la década de los ochenta, Rupert Sheldrake (1990), bioquímico inglés, director del Centro de Investigaciones Bioquímicas de la Universidad de Cambridge, revolucionó el campo de la ciencia biológica e impactó otras disciplinas como la física y la psicología, a partir del desarrollo de su hipótesis sobre la resonancia mórfica y los hábitos de la naturaleza. Basándose en nociones vagas acerca de los campos morfogenéticos planteados por el psiquiatra Brian Weiss.

Al pensamiento de Sheldrake y en sincronicidad absoluta se articulan sin esfuerzo los planteamientos de David Bohm sobre la totalidad y el orden implicado; la S-Matrix de Heisenberg, perfilada posteriormente por el “Bootstrap” de Chew. El paradigma holográfico de Pribram; los conceptos de autopoiesis de Varela, los fractales de Mandelbrot y todos los resonantes esbozos de un paradigma de la complejidad que se autoconstruye y autogenera al decir de Maturana. No obstante, esta última hipótesis de Sheldrake no está comprobada y se considera por las líneas duras cientificistas como pseudociencia.

Aquí lo dejo… yo solamente intento exponer las teorías comprobadas y refutadas. No obstante, incluso con lo evidente hay físicos teóricos negacionistas sobre las ciencias de la complejidad, como son Jean Bricmont y Alan Sokal que también seria interesante echarles un vistazo. Y aquí acaba mi monográfico en cuatro partes de la psicología transpersonal, espero haya sido de vuestro interés.

Bibliografía:

Barbour, I. G. (1990) “Religion in an Age of Science”, New York, Harper and Row, 1990.

Bohm, D. (1988). “Ciencia Orden y Creatividad”. Barcelona. Ed. Kairós.

Chew, G. (1968) “Bootstrap: A scientific idea?”, Science, Volume 161, 1968, Issue 3843, pp. 762-765.

Collado, J (2018) “El paradigma de la cosmodernidad: reflexiones filosóficas sobre ciencia y religión” Ed. Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, núm. 24, 2018 Universidad Politécnica Salesiana.

D’Aquili, Eugene G., y Andrew B. Newberg. (1998) “The Neuropsychological Basis of Religions, or Why God Won’t Go Away”. Revista Zygon 33/2 (1998): 187-201.

Maturana, H., Varela, F. (1984). “El árbol del conocimiento”. Chile: Ed. Lumen.

Morin, E.  (2006). “El método I: la naturaleza de la naturaleza”. Traducción: Ana Sánchez. Madrid: Cátedra, 456 p.

Newberg, A. B. (2010). “Principles of Neurotheology”. England, USA: Ashgate.

Nicolescu, B. (1994) “Theoremes Poetiques”. Paris: Editions du rocher.

Nicolescu, B. (2014) “From Modernity to Cosmodernity. Science, Culture, and Spirituality”. New York: State University of New York Press.

Pribram, K.H. (2004). “Consciousness Reassessed”, en Mind and Matter, Vol. 2, N° 1.

Prigogine, I., Stengers, I., y Sanz, M. (1994). “La nueva alianza: metamorfosis de la ciencia”. Madrid: Alianza.

Puente, I (2007). “Complejidad y psicología transpersonal. Caos y autoorganización en psicoterapia”. Trabajo de Investigación, UAB.

Sheldrake, R. (1990) “La presencia del pasado. Resonancia mórfica y hábitos de la naturaleza”. Traductor Marge-Xavier Martí Coronado. Segunda edición. Barcelona: Editorial Kairós. 1990.

Varela, F.; Rosch, E.; Thompson, E. (1997) “El cuerpo presente: las ciencias cognitivas y la experiencia humana” Barcelona, Ed. Gedisa: traducción Carlos Gardini.

Worrall, J. (2004) “Science Discredits Religion”, en Peterson, M.L. y Van Arragon R.J. (eds.) Contemporary Debates in Philosophy of Religion, Blackwell (2004), p. 60.

 

3.5/5 - (4 votos)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *