Ansiedad… el miedo al miedo.

El ser humano es el único mamífero que invierta gran cantidad de tiempo y esfuerzo en predecir lo que va a suceder… y normalmente esas predicciones traen consigo funestas consecuencias. ¡Que se le va hacer!… somos una especie que tiende cuando tiene un problema   al catastrofismo y a percibir las cosas desproporcionadamente convirtiéndolas en peores de lo que son en la realidad. Nunca ajustamos deseos y expectativas con realidad.

También nos centramos normalmente en lo negativo (que es necesario, ya que es la única forma en que se puede resolver un problema) pero lo importante es no entrar en bucle y de esta forma ignorar lo que ha ido bien fuera de ese problema. Nos preocupamos en los “debería” en lugar de aceptar las cosas como son… y fluir. Y de esta manera nos preocupamos por meras hipótesis que nos limitan y coaccionan impidiéndonos pasar a la acción.

También aceptamos incondicionalmente críticas y aseveraciones de las personas que nos quieren, (no dejando de ser su percepción, normalmente equivocada) ya sean familia, amigos, parejas etc.… y aceptamos esos introyectos como etiquetas condenatorias que nos aplicamos y asumimos con identidad propia.

¿Y todo eso que nos genera?…pues “miedo”. ¿Y el miedo que genera?… pues “ansiedad”. Siempre pensamos que el estrés es lo que genera ansiedad, pero no es así. El estrés es simplemente la respuesta fisiológica al miedo; que es lo que genera la ansiedad.

En términos evolutivos la ansiedad es una emoción especialmente importante. Hizo que nuestros antepasados previniesen dificultades (como predadores o la escasez de alimentos) preparándose así con antelación para afrontarlas. La ansiedad fue la causante de que construyeran refugios o almacenaran comida… por tanto a ella debemos agradecerle nuestra supervivencia como especie.

En la actualidad nos podemos sentir “inquietos” ante otras amenazas como la de un profesional ante el reto laboral y la respuesta posterior del jefe, un estudiante ante la calificación de un examen por su profesor, la incertidumbre en la crianza de un hijo por parte de sus padres. Nuestra propia seguridad al caminar por una calle oscura a altas horas de la noche, la respuesta ante una situación traumática inesperada, el sufrir un accidente, etc.

La respuesta que nuestro cuerpo produce en un estado de ansiedad es similar a la producida por el estrés. La diferencia es que el estrés es la consecuencia a un acontecimiento traumático y la ansiedad es simplemente la respuesta anticipatoria a un “miedo” que puede ser real o imaginario.

La diferencia como hemos dicho anteriormente  es que en el estrés si se consigue dar con la “escena fundante” traumática que lo generó es relativamente fácil conseguir atajarlo. Pero ¿que ocurre con la ansiedad? que no está generada por el estrés sino por el miedo… ¿un miedo anticipatorio a que…a algo real? ¿A algo imaginario? ¿Ansiedad al propio miedo?, o sea el miedo al miedo.

El miedo al miedo al ser algo mas imperceptible más subjetivo algo más “mental” se puede cronificar en el individuo que lo padece generándole respuestas fisiológicas del “estrés” como el sentirse por lo general inquieto constantemente. En términos psicológicos se denomina tener el “arousal” activado, en términos coloquiales es lo más parecido a vivir con “el alma en vilo”. A esto se suma el tener una sensación constante de temor o fatalidad inminente, es decir lo que hablábamos anteriormente de predecir consecuencias centrándose en lo negativo. Estos dos parámetros primarios generan otros secundarios a nivel perceptivo como el de sentir preocupación constante, distraerse con facilidad, incapacidad para trabajar eficientemente por las interferencias cognitivas negativas, sentirse deprimido o inútil.

Cuando nuestra ansiedad aumenta, el hipotálamo del cerebro estimula la glándula pituitaria o adrenal en la base del cráneo, para que se segreguen varias hormonas que afectan a todas y cada una de las partes del cuerpo de una u otra manera (igual que el estrés). Por ejemplo el exceso de ansiedad genera cortisol, el cual genera a su vez glucógeno a los músculos y glucosa a la sangre para atacar o huir en caso de amenaza (activación del sistema nervioso simpático y parasimpático). También se activan altos niveles de prolactina en sangre inhibiendo así el hipotálamo en la generación de estrógenos y  aumentando así los niveles de testosterona tanto en hombre como en mujer. A la vez, la amígdala anula la progesterona en la mujer relacionada con el ciclo menstrual. Todo esto genera síntomas somatomorfos que explicaré a continuación.

Si los síntomas cognitivos se cronifican y el cuerpo sigue segregando las hormonas del estrés, se genera lo  que se viene a denominar (TAG) trastorno de ansiedad generalizada a los que se suman trastornos somatomorfos como vértigos, mareos, fatiga, ritmo cardiaco acelerado e irregular (palpitaciones), dolores musculares, sequedad de boca, sudoración excesiva, opresión torácica, dificultad para respirar, dolores de cabeza, menstruaciones irregulares (amenorrea) y dificultades para conciliar el sueño (insomnio), falta de libido, etc.

Depende de la resiliencia del sujeto, de la forma en que percibe su vida y de sus experiencias los condicionantes de que una persona pueda generar un (TAG), por ejemplo el sufrir un duelo, mudarse de casa, divorciarse, perder un trabajo contraer una enfermedad o incluso experiencias positivas como acabar una carrera universitaria, tener un hijo, comenzar una relación de pareja etc. En función de la sensibilidad de la persona se puede generar un TAG.

Normalmente es la forma de pensar de las personas lo que genera ansiedad ya sean en acontecimientos negativos como positivos ya que  estos se ven desde un prisma catastrofista, en el fondo siempre es la necesidad de “bajar la guardia” en el individuo. Por lo que por lo general el tratamiento en la ansiedad casi siempre consisten en generar un cambio en el “sistema de creencias” del individuo que lo sufre.

Saber cuánta ansiedad es excesiva o no para poder salir de los márgenes de tolerancia va en función de la persona, pero siempre existen “pistas”. Por ejemplo, si conocemos la fuente de la ansiedad y vemos que esta es desproporcionada en función de la conducta del cliente. Si la ansiedad continua después de que se haya rebajado el estrés y las circunstancias que lo activaron. Si se manifiesta la ansiedad sin razón aparente como reacción exagerada a un suceso normal anticipatorio o repetitivo que causó estrés anteriormente. Es decir, en síntesis si la cognición negativa del cliente sigue siendo invalidante para poder realizar una vida normal y funcional.

Normalmente antes de que se produzca un TAG (trastorno de ansiedad generalizada) el cuerpo avisa con la recurrencia de síntomas puntuales cada vez más continuados en el tiempo cuya sensación suele ser como una “oleada de miedo” que alcanza su clímax rápidamente y que va acompañada de una serie de síntomas como los que hemos explicado antes y que son altamente debilitantes, el ataque a menudo es tan terrorífico a nivel perceptivo de quien lo sufre, que la víctima se esfuerza mucho para evitar sufrir otro.

Este tipo de sintomatología es lo que se denomina por lo general como ataque de pánico, que suele producirse normalmente  entre adolescentes  y adultos jóvenes, disminuyéndose las recaídas proporcionalmente a la edad, ya que cuanto más se van cumpliendo años, más se van relativizando los avatáres de la vida.

En general los ataques de pánico se tratan con psicoeducación (por ejemplo a ayudar al cliente a entender porque tiene esos síntomas, que el miedo lo que hace es alimentar el ciclo del pánico y que lo que está sintiendo no es peligroso. La ansiedad responde bien a las terapias de afrontamiento cognitivo conductuales y sobre todo el trabajar sobre técnicas de relajación, técnicas de respiración, meditación etc.

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